sábado, 1 de julio de 2017

Pasan los años y no puedo perdonar

¿Cuántas veces nos hemos sentido lastimados y heridos por alguien en lo más profundo de nuestro ser? ¿Cuántas veces hemos llorado a causa de un dolor infringido por un ser querido? ¿Cuántas veces hemos sentido rabia porque alguien ha dicho o hecho algo que nos ha causado un inmenso dolor y sufrimiento? Tenemos bien presentes estas palabras, estos acontecimientos, estas ofensas.

Nuestra mente y corazón recuerdan con constancia lo sufrido, muchas veces hasta cebarse. No importa si han transcurrido decenas de años “es como si hubiese sido ayer”.  Sin embargo, es posible que en ningún momento nos hayamos detenido a pensar: “si yo me siento ofendido, los otros también se pueden sentir igual que yo”. Lo cual significa que a lo mejor nosotros de igual forma, seamos los causantes del sufrimiento de los demás y hallamos infringido ofensas similares a aquellas de las que nos seguimos lamentando.

Estamos a veces tan ocupados con los agravios que no ha profesado el prójimo, que olvidamos que nosotros hemos golpeado posiblemente con los mismos látigos a los otros. Hace unos pocos días escuché a una mujer decir que estaba lastimada con un desprecio que un familiar le causó hace unos 25 años, no obstante, mientras ella hablaba, vino a mi memoria un suceso que presencié tiempo atrás; donde esta mujer le hacía un desprecio a la hija de la misma persona con la cual estaba ofendida, hasta el punto de que esta hija lloró. Todo esto sucedió sin que la causante ofreciera las deseadas disculpas, aquellas mismas que ella esperaba desde hace 25 años (la victima varia a intimidadora, sin ser consciente de ello). Precisamente esta escena vivida es la que me ha llevado a compartir esta reflexión.

En ningún momento estamos disculpando actuaciones crueles y monstruosas, pues no vamos a negar una realidad, como que algunos seres humanos han venido a este mundo a causar mal al prójimo. No, estamos hablando de personas comunes, seres que estamos buscando sobrevivir, aprender y evolucionar. Tampoco se trata de olvidar que nos han causado daño ya que entonces nos podríamos convertir en una presa fácil para algún felino emocional y convertirnos en masoquistas; se trata de perdonar y aprender a tener compasión por las personas que nos lastiman. Lo cual no significa que les permitamos de nuevo lastimarnos (de ahí que es conveniente recordar). Y en el caso de que seamos nosotros los felinos, es necesario que recapacitemos y reparemos el daño causado (ponernos en los zapatos del otro). Si estamos en consciencia y podemos llegar a sentir compasión por los demás, esto representará que también la sentiremos para con nosotros y así podremos disolver las culpas, que solo nos llevan al victimismo y al resentimiento. La capacidad de perdonar es una virtud que nos permite el perdón propio, que es el que mayormente tortura y por donde comienza el perdón hacia los demás: “nadie puede dar lo que no tiene”.

Mientras habitemos este mundo estamos expuestos a este tipo de situaciones, luego recordemos que somos almas en aprendizaje, claro está que algunos han aprendido a causar más ofensa y agravio que desagravio. De todas formas, la reflexión busca que podamos virar hacia nosotros mismos y hacernos responsables de nuestras emociones, sentimientos, pensamientos, palabras y acciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recent Posts

Artículos destacados