Las familias disfuncionales se dan cuando existe inversión de los roles
tanto en el aspecto físico como emocional. Los padres han de desempeñar la
función de ser los guías, protectores y benefactores de sus hijos hasta que son
adultos; sin embargo, en un hogar disfuncional, alguno de ellos o ambos, por
omisión (negligencia, incapacidad o ausencia) o por exceso (sobreprotección,
control o manipulación) dejan de cumplir sus funciones.
Es cuando otra persona de la familia asume de forma inconsciente un rol que no le corresponde, en el afán de asegurar la supervivencia física o emocional de los miembros. Esta persona generalmente es el otro componente de la pareja o un hijo, en especial el primogénito, aunque también puede ser un familiar o amigo muy cercano, lógicamente que posea el carácter para suplantar al evasor. Esta inversión de funciones forja degradaciones[i] y desviaciones[ii].
Es cuando otra persona de la familia asume de forma inconsciente un rol que no le corresponde, en el afán de asegurar la supervivencia física o emocional de los miembros. Esta persona generalmente es el otro componente de la pareja o un hijo, en especial el primogénito, aunque también puede ser un familiar o amigo muy cercano, lógicamente que posea el carácter para suplantar al evasor. Esta inversión de funciones forja degradaciones[i] y desviaciones[ii].
Lo anterior tiene una explicación desde el punto de vista de la teoría
Junguiana, a través del arquetipo “ánima y animus”. Según se expresa, “el
animus” es la figura del padre, trasferida por la mujer al hombre, ella busca
que él supla con la representación que tiene del padre, tanto en la parte
interna como externa, lo mismo ocurre con el hombre, proyecta en la mujer, la
figura física y emocional que tiene de su madre, “el ánima”. Ambos identifican
su relación con la que tenían con su padre o madre. Carl y Emma Jung lo
explican así:
“El hombre busca el ánima
(energía femenina de la madre) en las demás mujeres y la mujer busca el animus
(energía masculina del padre) en los demás hombres, como proyección de su lado
femenino y masculino respectivamente, lo que corresponde con el modelo
adquirido de sus padres. Cuando se liberase de estos arquetipos significaría la
madurez”. Carl Jung
“(...) se
espera que el hombre al cual se ha transferido la imagen del animus ejerza
todas las funciones que han permanecido subdesarrolladas en esa mujer, ya sea
la función del pensamiento, o la capacidad de actuar, o la responsabilidad
hacia el mundo externo. A su vez, la mujer sobre la cual un hombre ha
proyectado su anima debe sentir por él, o establecer relaciones para él, y esta
relación simbiótica es, en mi opinión, la causa real de la dependencia
compulsiva que existe en estos casos” (Emma Jung, 1957: 10).
Tanto el hombre como la mujer buscan un cónyuge
correspondiente con el modelo inconsciente adquirido. Lo común es que el hombre
busque la figura de la madre (ánima) en las demás mujeres y la mujer la figura
del padre (ánimus) en los demás hombres. Ambos continúan desarrollando así su
rol aprendido. El adecuado desarrollo personal y marital dependerá del modelo
de “animus y ánima” que hayan recibido, si el modelo viene influido por
factores perniciosos, entonces de este hogar emergerán seres con degradaciones.
Por lo tanto, se puede concluir que: tendemos a emular la relación sentimental
que tenían nuestros padres, con modificaciones, de acuerdo al rol desempeñado
en la infancia con el opuesto sexual y el grado de toxicidad presente en el
proceso natural. En otras palabras, se repite el papel desempeñado en la
infancia, con su antagónico sexual cuando se es adulto. Lo dicho puede suceder
con la misma persona, en el caso de PETER PAN y ANTÍGONA o con una nueva.
Los tipos de unión hombre-mujer de nuestros ancestros carecían de
equilibrio entre el masculino-femenino (Integridad). Esta herencia emocional es
un factor contaminante en los procesos naturales de nuestra generación, en
especial porque era común que en gran cantidad de los hogares existieran hijos paternalizados,
en especial el primogénito. Un hijo que suplanta emocionalmente las funciones
de su padre con su madre. Este es un ejemplo de las diversas formas de
inversión de roles que se presentan en una familia disfuncional.
Las familias disfunciones fomentan
la adquisición de alguna degradación; la inversión de roles entre padres e
hijos son un tóxico para la fluidez del proceso natural, debido a que el orden
emocional en una familia, contribuye grandemente a la transferencia de la
Integridad en la edad adulta del hijo. Cuando los hijos suplen en algún grado
el papel de los padres, la transferencia se obstruye ya que este hijo ya tiene
un compromiso emocional que le impide desprenderse de sus padres y hermanos y
continuar con el proceso natural. La disfuncionalidad
puede formar seres inútiles, resentidos, llenos de rabia y dolor como
consecuencia de la sobreprotección, negligencia o ausencia de uno o los dos
padres, además estas familias también promueven la generación de traumas en los
hijos.
Apartes tomados
del libro:
Escritora y Certificada en BNE
Facebook:Luz-en-tu-camino-interior
[i] Las
degradaciones se presentan cuando un individuo se queda atrapado en una
determinada etapa de su desarrollo, como consecuencia de altos grados de
inoculación en su proceso natural (desde su misma infancia) para conseguir
pareja o compañero sentimental estable, lo cual lo conduce a adquirir en la
edad adulta un comportamiento caracterizado conforme a la etapa donde se quedó
anclado.
[ii] Las degradaciones son un paliativo para emociones como dolor, miedo e inseguridad, que son las que le impiden soltar las riendas de sus vestiduras y desnudarse ante sí mismo, para ver la realidad de su vida.
[ii] Las degradaciones son un paliativo para emociones como dolor, miedo e inseguridad, que son las que le impiden soltar las riendas de sus vestiduras y desnudarse ante sí mismo, para ver la realidad de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario