viernes, 27 de octubre de 2017

¿Por qué nos comportamos diferente hombres y mujeres?

Encuentra algunas de las causas y una mayor comprensión con el sexo opuesto

La especie humana tiene dos géneros: masculino y femenino; cada uno de ellos dotado de particularidades que lo definen como tal, las cuales los diferencian y a la vez los identifican. Estas han sido estudiadas durante siglos y siguen siendo estudiadas actualmente, algunas de ellas llegando en muchos casos a ser claramente establecidas. 
Las diferencias físicas externas son evidentes, mientras que las otras, como las emocionales, cerebrales u hormonales y que desde hace unas cuantas décadas atrás se han empezado a estudiar, son las que determinan las diferentes formas de ser, pensar, de sentir y de comportarse. La doctora Brizendine[1] ha desarrollado lo que ella presenta como una rama de la psiquiatría femenina, y dice:

“Si bien genéticamente somos distintos -las mujeres tienen cromosomas sexuales XX y los hombres, XY-, es importante recordar que todos tenemos, desde la concepción y hasta las ocho semanas de vida fetal, circuitos cerebrales de tipo femenino. Después de la octava semana de vida fetal, los diminutos testículos del feto masculino empiezan a liberar enormes cantidades de testosterona con las que «impregnan» los circuitos cerebrales y los transforman del tipo femenino al tipo masculino. De esta manera, por ejemplo, el centro cerebral que denominamos técnicamente la zona del «impulso sexual» dobla su tamaño en el cerebro masculino. Al nacer, todos tenemos o bien circuitos masculinos o bien circuitos femeninos. Como el cerebro femenino no se ha visto expuesto a tanta testosterona, las niñas nacen con circuitos femeninos en los que algunas zonas son más grandes y otras más pequeñas que en el cerebro masculino. Creo que las mujeres percibimos el mundo de una forma completamente distinta de como lo hacen los hombres. Si las mujeres hacen caso de esas diferencias, entonces son capaces de tomar mejores decisiones acerca de sus vidas".

Y el psiquiatra Luis Carlos Restrepo[2] lo expresa así:

 “Somos hombres y mujeres no solamente por las diferencias anatómicas o genéticas de nuestros cuerpos. Lo somos además porque hemos aprendido a utilizar de manera diferente los recursos del poder e integrarnos de manera diversa en las prácticas culturales y a expresar con énfasis distintos nuestras necesidades y sentimientos”.

Estos son algunos de los autores que han estudiado y tratado el tema, tanto desde el punto de vista biológico como psíquico. Según lo anterior, podemos concluir que, no obstante, pertenecemos a una misma especie, poseemos un manual con especificaciones diferentes, sin perder de vista uno de los privilegios más grandes que tenemos los seres humanos: cada individuo posee unas características que lo diferencian de otro y lo hacen un ser único e irrepetible.

En los siguientes casos, observemos ejemplos que ilustran algunas de las diferencias existentes en los comportamientos, pensamientos y sentimientos del hombre y la mujer. Son casos de la vida real que se presentan en la cotidianidad de cualquier relación:

Ejemplo 1. Cierto día, durante un partido de fútbol, el juego se ve interrumpido por una discusión entre jugadores y el árbitro —algo normal en un espectáculo de estos—. Debido a esto, los espectadores nos pusimos de pie para observar mejor los sucesos en el campo, cuando, pasados unos pocos minutos, un aficionado que se encontraba en las graderías bajas, empieza a gritar:

— ¿DE QUIÉN ES ESTA NIÑA? —mientras levantaba en alto a una niña de unos 3 años. Todos los aficionados nos mirábamos unos a otros de manera desconcertada y de pronto una señora que estaba al lado de un señor, le dice:
—Mire, ¿acaso no es esa su hija? —El señor con la mirada atenta en los jugadores ni se enteraba, hasta que unos instantes después, pregunta:
— ¿Qué dice? —Y la mujer le pregunta de nuevo:
— ¿Acaso no es esa su hija? ¡Yo la he visto a su lado, señor! —replica ella.
— ¡Ah, sí!, ¡es la mía! — grita el padre.

Seguramente que, si la madre hubiera estado con ellos, esto difícilmente habría sucedido, pues la mujer podría ver el partido, comentarlo con la vecina o amiga, pensar en la comida que prepararía una vez llegados a casa, localizar los baños por si llegase a necesitarlos y estar pendiente de su hija. Actitudes diferentes a las del hombre, el cual se concentra ciento por ciento en una actividad, en especial si está fuera de su rutina. Esto resulta ser positivo cuando trabaja en asuntos que requieren abstracción y concentración.

Ejemplo2. Un individuo les comentaba a sus amigos en una reunión social:
—No puedo entender las preguntas que mi mujer hace; imagínense que un día, llegué a casa y le comenté que me había encontrado con Marcela y Felipe en la calle y que ellos estaban en la acera de enfrente y que cuando me vieron, cruzaron corriendo la avenida y entonces Marcela (con tan mala suerte) tropezó y cayó al suelo. ¿Y saben qué preguntó mi mujer cuando se lo conté? —¿Qué? —preguntaron los amigos — ¿Y se le vieron los “pantis”?

Esta es una constante en las conversaciones entre hombre y mujer, tenemos formas diferentes de percibir las situaciones, en este caso su esposa se fijaba en la vergüenza que su amiga debió pasar al caerse y la posibilidad de que la gente hubiera visto la ropa interior de Marcela; entre tanto, él se centraba en si ella se había hecho daño. La mujer se interesa en detalles que para un hombre son insignificantes (aunque a veces no lo son) y difícilmente tendría en cuenta, además se enfoca en los hechos y las soluciones.

Ejemplo 3. Una mujer se quejaba constantemente de su esposo y una de las principales razones era que él no la escuchaba. Un día tuve la oportunidad de hablar con los dos en algunas de mis jornadas de orientación a parejas. Entonces ella manifestó lo siguiente:

<<Cuando él se despierta por la mañana y me dice: “Tuve un sueño…”, yo le contesto: “Cuéntame, y ¿qué soñaste? “Demostrando interés, entonces él se extiende y me cuenta. Pero cuando esto sucede al contrario y soy yo la que le digo: “Tuve un sueño…”, él no dice nada y soy yo la que tengo que preguntar: “¿Quieres que te cuente? Y él responde: “Sí, pero rápido que se nos hace tarde”>>.

Un ejemplo claro en la comunicación entre hombre y mujer es aquel en que mientras   ella siempre quiere ser escuchada, él está preocupado por llevar a cabo su rutina (como en este caso) y cuando su mujer o algo le sacan de la misma, él se siente desconcertado. La forma de comunicarnos y las prioridades son diferentes y aplicando un poco esto a la intimidad, el hombre peca de ser rutinario y simple, deja de sorprender a su compañera, se deja envolver por la cotidianidad, olvida escucharla y reconquistarla, pasa por alto los detalles, todos estos aspectos muy importantes para la mujer. Al contrario, ella está pendiente de las demandas de él y de las personas que quiere, por eso sus rutinas son flexibles, y, dependiendo de las necesidades, ella puede pasar horas al teléfono en la madrugada, escuchando a una amiga llorar. Por esto puede pecar de inoportuna al querer que su pareja la escuche como otra mujer, incluso exigiéndole que la oiga en cualquier momento y lugar, olvidándose de las obligaciones y responsabilidades de ambos.

Estas son algunas de las diferencias que nos identifican; sin embargo, cabe anotar que existe una gran diferencia y es que el hombre busca el sexo para encontrar el amor y la mujer busca el amor para encontrar sexo. Razón por la cual se establecen diversas actitudes amatorias que se traducen en formas de comportarse y sentir divergentes, causantes de muchos conflictos, no obstante ser el primer motivo de atracción y sostén de la relación hombre-mujer. Creando quizás la mayor contradicción y a la vez el mayor soporte de la unión.

Fragmentos tomados del libro:
Páginas27-32



[1]             Road, Morgan El cerebro femenino Broadway Books 2006, 2007
[2]             Ética del amor Editorial San Pablo, Bogotá/Colombia,1998.


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