Nuestro cuerpo funciona de manera sostenible gracias a la presencia
de unas habitantes denominadas bacterias, estas permiten la estabilidad química
y el ecosistema corporal. Existen cerca de cien billones y constituyen casi el
diez por ciento (10%) de nuestro cuerpo seco. Dichas pobladoras se estructuran
e identifican en grupos de acuerdo a sus funciones para mantener el desarrollo
somático, aparte, contribuyen con la duplicación y expansión de
las particularidades del ADN; así que son las responsables de las
características y expansión humana, no solo por las funciones que cumplen
dentro de nuestro cuerpo sino fuera del mismo, en la biosfera; ya que merced a las
bacterias el oxígeno se mantiene en la cantidad adecuada para que cuando
respiremos no nos convirtamos en un pedazo de carbón.
Podemos enumerar cantidades de beneficios que dichos
microorganismos aportan a nuestra vida, no obstante, mi propósito no es dar una
clase de biología, ni más faltaba, lo que pretendo es relacionar el papel de
las bacterias en el equilibrio de nuestro cuerpo con el que cumplimos los seres
humanos, respecto a otro cuerpo llamado: “Planeta Tierra”; tomado desde el
punto de vista de la necesidad de asociación e identificación.
Las bacterias para cumplir su papel se organizan en
grupos y adquieren una identidad que les permite desarrollar un conjunto de actividades
que mantienen la sostenibilidad de nuestro organismo, lo cual representa que un
desajuste de sus funciones podría desequilibrar el mismo y posiblemente causarnos
una enfermedad.
Aplicando uno de los conceptos de Heráclito que dice:
“como es arriba es abajo”, podemos significar que dentro de nuestro
cuerpo existe un universo similar al que observamos fuera de él. Ahora, si
tomamos todo lo dicho anteriormente podemos realizar una analogía comparando la
estructuración e identificación de las bacterias, con la necesidad de
asociación que presentamos los seres humanos. La unificación grupal nos permite
realizar ciertas tareas que contribuyen al equilibrio en diversos aspectos de
la vida colectiva e individual. La analogía nos permite comprender que la necesidad
de aglutinarnos es una respuesta natural para contribuir al sostenimiento de
nuestro ecosistema, de lo que quizás no seamos conscientes hasta este momento.
Cada grupo cumple una función dentro de este planeta; por consiguiente,
cuando caemos en la censura, intolerancia, el juicio o la reprobación de los diferentes
grupos, sean religiosos, espirituales, empresariales, sindicales o de cualquier
índole, estamos ignorando la función natural que cumplen y demostrando la falta
de aceptación de la actividad misma de la vida.
Las asociaciones cumplen con un papel de mantenimiento o
sostenimiento colectivo, unen personas con similares creencias o un fin común. Un
ejemplo de lo dicho lo podemos observar en los grupos de trabajadores, ellos se
juntan para reclamar sus derechos ante su patrono o empresa ¿se imaginan si el
dueño no tuviera la oposición de dicha asociación?, posiblemente el dominio del
susodicho patrono sería mayor. El mismo dueño se beneficia, asegurándose de no
cometer grandes injusticias y los trabajadores una organización que los
defienda. Otro ejemplo es el de los grupos religiosos; los cristianos se
fortalecen como tal, debido a que existen hinduistas, budistas, etc., cada
conglomerado cumple un papel. La fe en las creencias de los cristianos no
tendría sentido si todos creyeran en Jesús, y viceversa; precisamente la oposición
es la que ocasiona el robustecimiento de las mismas y la reafirmación de la fe
en los súbditos que la componen. Si todos nos convirtiéramos en cristianos
quizás no sería un conglomerado tan poderoso. Sin la resistencia o la oposición
muchos grupos religiosos perderían la razón de ser o de existir.
La necesidad de aglutinarnos responde a la condición natural de
aportar en el sostenimiento de la convivencia humana y la vida, no obstante, el
ya mencionado equilibrio se rompe cuando el ego en su competencia habitual de
tener la razón, queriendo imponerse y expandirse, sobrepasa los límites del
respeto y tolerancia. Y tal como sucede con las bacterias podemos convertimos
en patógenos, al momento que sobrepasamos el límite de la beligerancia y buscamos
exterminar a todo aquel que se oponga a los propios pensamientos, creencias o
acciones, viendo enemigos en los opositores y deseando su desaparición. Dicha
actitud consecuentemente provoca la disputa, la violencia, la guerra y el
rompimiento del orden natural. La naturaleza nos enseña a través de las bacterias
que la sostenibilidad se produce cuando existe la justa medida, una identidad y
a la vez una diferenciación con el debido respeto por las funciones
individuales y colectivas de cada cual.
El equilibrio se consigue cuando dos fuerzas se sitúan desde lados
opuestos, así, ambos lados crecen y se fortalecen, es simple mirar esto en cualquier
competición deportiva, ¿creen ustedes que el Futbol Club Barcelona sería el
mismo sin la oposición o competencia del Real Madrid? o ¿qué sería de Messi sin
la disputa de Cristiano Ronaldo y viceversa? Si ellos conocieran esto estarían
agradecidos el uno del otro, claro que no descarto de que a lo mejor lo estén.
El equilibrio nos proporciona armonía, dando lugar a la tan anhelada
felicidad, y el entender la diferencia y respetar a los demás nos otorga la tolerancia
y compresión, siendo estas últimas, el vehículo que conduce hacia ella.
Luz Quiceno
Escritora
y Diplomada en BNE
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Twitter: luzentucamino26
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